Quién no se ha preguntado alguna vez ¿Cómo piensan los ciegos las cosas, si no las han visto nunca?
Al humano lo caracteriza el lenguaje, que lo posee. Sólo el humano construye su vida inmerso en el mar del lenguaje. Es el que le permite una vida u otra.
El lenguaje, que tiene que ver con el deseo, sólo es pensable en el humano y lo distingue del resto de las criaturas vivientes, es el que lo humaniza. Si no habla, no es del todo humano, aunque su biología lo muestre así.
Y no me refiero a los mudos que sí hablan.
Los órganos de los sentidos son los que perciben. Eso lo sabemos desde la escuela primaria, o antes, tal vez. Pero lo que percibimos no tiene para nada que ver con los órganos fisiológicos que realizan la acción.
Un ejemplo sencillo. A quién no le ha pasado alguna vez de escuchar una palabra desconocida y encontrarse, de ahí en más, con que la palabra está por todas partes, hasta en el habla cotidiana. Por supuesto, no es que antes no estaba. Es que, al ser desconocida por el sujeto, éste era incapaz de escucharla.
Y cuántas veces hemos oído decir que lo que hacemos tiene que ver con lo que ya está escrito: se ama de una manera, se desea de una manera, se vive de una manera, como lo hemos leído, escuchado, ideológicamente aprendido.
¿Qué sería de la noche más romántica a la luz de la luna más hermosa, con los sentimientos más profundos, o del dolor más acuciante ante la pérdida, si no lo hubiera escrito el poeta?
Con los sentidos, ocurre algo similar. Veo aquello que he aprendido a ver. Aquello que he alcanzado con el fragmento de lenguaje en el que me muevo. Aquello que, primero otros, y después yo mismo, he deseado ver. Aquello que, de lo que conozco, puedo ver y mirar
Miramos con las palabras. Y oímos, olemos, percibimos…
Sentimos (en el sentido de los sentidos, las percepciones) con las palabras. Si no hay palabras que hagan realidad las cosas, las cosas no existen.
Sentimos (en el sentido de los afectos) con las palabras, porque el placer, la pena, el amor o el odio son las palabras que digo de ellos.
No importa cuan “largo o corto de vista” sea. Porque puedo ver sin mirar. Para mirar necesito palabras.
Los ciegos, como todos nosotros, ciegos, sordos y mudos si no hubiera lenguaje, miran con las palabras.

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